Ella era casi piel y huesos, parecía agotada aunque en su mirada había esa chispa de luz de quien aún quiere intentarlo, del que sabe que puede haber algo más, una opción más quizás.
Muchas veces digo que la “historia de vida” es fundamental, y que quizás ya no hace falta ni pinchar en una primera sesión, ese día pasó algo así.
Nos miramos y ella entendió, sin palabras, que tenía derecho a la vida, que ella podía nutrirse, y su cuerpo aceptar el alimento que le daba.
Este no era un caso de anorexia ni otro trastorno de la alimentación, sino un problema digestivo que la había llevado a estar ingresada durante meses y con un diagnóstico de colitis ulcerosa y sin mejoría, pinchamos…poco ese día…
A las cuatro semanas habían empezado los cambios…empezó a tolerar la comida, a hacer ejercicio con una entrenadora, ahora tiene una vida prácticamente normal.
El cambio que está haciendo le pertenece solo a ella, es una mujer valiente, con mucha vida por delante, con inquietudes, estudiando una profesión de entrega…ahora viene ya poco a la consulta, nos vamos despidiendo porque así es el proceso, ahora, de vez en cuando, el estímulo, un recuerdo para que su cuerpo no olvide, en poco tiempo ya ni eso, y yo feliz, por haber podido acompañarla un poquito, poniendo lo que se a su servicio.
Y todo va bien porque hemos ido a la causa, no llega con poner parches, tenemos que entender que está pasando, cual es el inicio e ir así, desenredando la madeja y “sanarnos”, “aho”, que así sea.