El Dr Edward Bach creó un método durante años, él tenía claro que la naturaleza tenía que darnos los remedios para nuestras enfermedades.
Como no pudo ir a la guerra por su salud, le habían dicho que tenía una corta esperanza de vida, lo enviaron a un hospital de campaña.
Allí empezó a fijarse en que la gente podía clasificarse en grupos, en función de rasgos de personalidad, y con su pensamiento de que la naturaleza debía aportar el remedio a los desequilibrios en esos rasgos empezó a investigar.
Desarrolló varias vacunas, creó el primer hospital de homeopatía en Londres y ya después se enfocaría totalmente en las flores.
Le gustaba caminar por el campo y empezó a investigar las plantas y árboles que tenemos en Europa, probando y pasando por todos los procesos, algunos de ellos muy duros.
Cuando terminó con la 38, y sabiendo que moriría en breve, quemó todo lo que había escrito, salvo su primer libro, para que todos los que viniésemos por detrás fuésemos fieles a la simplicidad y al inicio del sistema y experimentásemos como él lo hizo.
Dejó un método propio, las flores no se testan, hablamos con el paciente, lo escuchamos y nos hemos entrenado durante tres años para hacer las preguntas adecuadas.
Los que nos hemos formado con la escuela Bach de Inglaterra respetamos su forma de hacer, entendemos que el misterio está en llegar a la flor que está detrás de lo más aparente. Entendemos el concepto de las capas de cebolla y el porqué del funcionamiento de cada una de ellas, porque conocemos su botánica y las características de sus raíces, tronco, frutos, floraciones…y todo ello hace que salga la sinergia, la mezcla adecuada para ese momento, para empezar a cambiar, a entender y acercarnos a un estado de autoconocimiento, serenidad y equilibrio.